Voces tontas, montañas que respiran y gorgonas travestis: usos políticos del género de terror en Muere monstruo muere (2019) de Alejandro Fadel
Resumen
“Sólo el rechazo total de la realidad nos la muestra en su verdad” escribió lúcidamente Santiago López Petit (2009). En profundo diálogo con las luchas contemporáneas de las minorías sexuales e hitos como la sanción de la ley contra asesinatos de mujeres relacionados con su género en 2012 y la primera marcha del colectivo #NiUnaMenos de 2015 en la Argentina, la proliferación de ficciones que abordan la temática del femicidio desde el fantástico y el terror parecen hacer eco de este enunciado. En efecto, lo sobrenatural y lo monstruoso no funcionan únicamente como mecanismos de evasión de la realidad.
Más bien, se alzan como artefactos estéticos profundamente políticos para disputar las escenificaciones canónicas de las historias de vulneración de las feminidades que supieron duplicar los dispositivos biopolíticos y ocultar las distribuciones diferenciales del dolor. El presente artículo indagará en cómo la película Muere monstruo muere (Alejandro Fadel, 2019) emerge como un brutal y eficaz gesto dentro de una constelación literaria in crescendo, donde el género se presenta como una fuerza discursiva con la potencia de desmantelar los binarismos y ampliar el campo de lo humano.